Presentación


Bienvenido a mi pequeño rincón de caos creativo, café a medianoche, y gatos que ronronean en regazos ajenos. Encontrarás artículos de escritura en el tercer pasillo a la derecha, detrás del título torcido de experta-en-nada. Las críticas literarias están en la mesita de noche del dormitorio, junto con las gafas de Risto Mejide y la libreta negra sin adornos. Oh, y las reflexiones propias, no te olvides de reflexiones propias. Están metidas dentro del libro "La entrometida número uno", en la habitación de invitados. Por último te dejo algo lejanamente parecido a microrrelatos en el salón. Tú rebusca entre los cojines del sofá, que algo saldrá.

Curiosea, critica, opina y siéntete como en casa. Las maletas ya te las traigo yo.

Atte.,
N. Arizona.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

De obras de toda una vida que terminan arrinconadas en cajones oscuros del escritorio.




—¿Y no vas a seguirla?
—¿El qué?
—¡La saga! ¡La saga de Dorian!
—No lo creo. Ya la tengo aburrida. 
—Son novecientas páginas tiradas por la borda, Mis... 


... pero, ¿sabes? En realidad no lo son. En ningún momento las he tirado por la borda, aunque pueda parecerlo desde fuera. 

Al principio recuerdo que la idea me motivaba. Es decir, ¿a quién no le motiva la idea cuando justo está empezando la novela? Y si tienes suerte de que, además, es una idea más o menos coherente, irá avanzando. Si, además, el escenario te resulta agradable y los personajes simpáticos, también. Pero al final de todo esto hay un problema; y es que los escritores somos seres tremendamente sensiblones. Somos capaces de sacar adelante una idea absurda (porque sí, a veces lo son), junto con una trama patética (porque sí, muchas lo son) y un argumento estúpido (¿argumento? ¿Argumento, eso? ¡Já!) sólo para no sentir que traicionamos a nuestros personajes, esas criaturillas con las que nos hemos encariñado a lo largo de las páginas. O peor aún: que nos traicionamos a nosotros mismos.

Dejar una novela a medias no es un error. Ni tampoco una saga, por muy brutal que pueda sonar decir en voz alta: "Eh, yo tenía una saga de tres libros con trescientas páginas cada uno. Pero dejé de escribirla porque me aburrió". Ese "me aburrió" es en realidad una forma suave de decir varias cosas que nuestro inflado ego de escritores no nos permite decir: quizás que la trama había llegado a un punto en el que no teníamos cómo cogerla. Quizás que sabemos que ese protagonista que pensábamos hacer adorable, en el fondo, es el bicho más insoportable del mundo. Quizás —quizás— que no somos la super-mega-cacho-jotacá-roulin que creíamos ser. 

(¿Sí? Eh, hola, ¿qué tal? Tú no me conoces... me llamo Humildad y vengo a echarte en cara que tu trabajo es una mierda. Oh, y me llevo del bracito a mi amiga Inspiración y a su hermana Motivación. Saldremos por ahí a dar una vuelta. Quizás volvemos... o quizás no). 

Bien, Humildad me visitó hace cinco meses. Una chica curiosa. Con un sentido del humor de lo más agudo, hoygan'. Me hizo ver varias cosas que el cabrón de mi compañero de piso, Orgullo, me había mantenido ocultas durante toda la creación de la saga. Detalles absurdos, incoherencias graves y problemas de base que había ido arrastrando durante los últimos dos años en que me había dedicado a escribir los tres libros que ahora están arrinconados en una triste carpeta del ordenador con el nombre de "Hiatus". Y de repente esos personajes que hace dos años cree y últimamente había ido arrastrando con correa por todas las aventuras de la historia ya no me parecieron tan atractivos. De repente la estructura me parecía un sin-sentido, el ritmo predecible y aburrido, y el final, de risa.

Y llegados a este punto yo digo que podríamos a empezar a enterarnos de algo de una vez por todas: dejar un trabajo a medias no es un error. Nunca es un error, y más si es un trabajo que empezamos hace tiempo. Se llama evolucionar. Se llama quitarse el velo de los ojos y ver que hay ciertas historias que no son viables. Y que forzarnos a seguir trabajando en ellas lo único que consigue es hacernos sentir una mierda como escritores, porque sólo los escritores mierda trabajarían en historias así.

En lo personal, diré que mi simpática amiga Humildad me ha cedido algo de su agudeza y me ha dejado dos paquetes con un lacito sobre el felpudo antes de irse. Dos ideas independientes para dos novelas independientes. Una de ellas participa en el Nanowrimo. ¿La otra? La tengo en el desván y le voy sacando brillo de vez en cuando para que no se me llene de polvo. 

Sé que algún día esas dos novelas podrían convertirse en trabajos de los que me sintiera orgullosa. 

Y, ¿sabes? Sólo por eso sé que no fue un error aparcar la saga anterior y seguir avanzando.



Atte., 
Miss Way.






1 comentario:

  1. *aplaude*

    No tengo nada más que decir.
    Sólo que tienes razón. Si dejas un trabajo a medias, es por algo. Porque algo no funciona, porque algo no cuadra. Porque necesitas tiempo para madurar la historia. Y si necesitas tiempo para madurar la historia, mejor tomatelo. Porque con calma, las cosas salen mejor. Y si la historia es inviable, pues, oye, al menos has aprendido que no todo se puede escribir.

    Lo que pasa es que la gente que no escribe, eso no puede verlo y tú quedas como "el monstruo de las historias inconclusas".

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